No se aceptan devoluciones

Llegó el día que tanto había esperado, pasé casi 9 meses imaginando cómo sería nuestro encuentro, preparé todo para su llegada, lavé toda su ropita, compré toda clase de cosas que imaginé que iba a necesitar y otras que se me hicieron lindas aunque no sabía ni para que servían. Puse a su papá a limpiar el que sería su cuarto, lleve a toda una tropa a doblar y guardar ropa, (mi mamá y hermanas). Incluso en mis momentos más intensos cargaba sus mamelucos imaginando como sería cargarla a ella. No podía resistir la espera, si de por sí soy mala para esperar, me urgía que llegara ese día.
Las últimas semanas fueron las más locas, me dormía esperando que ese día empezaran las contracciones, y despertaba al día siguiente desilusionada. Había leído de todo, tomé curso psicoprofiláctico, fui a clases de yoga prenatal, y hasta separé sus primeras clases de estimulación. Nada me hacía falta, tenía todo perfectamente calculado para su llegada triunfal y para convertirme en la mamá ideal que siempre había soñado ser.
El plan iba marchando bien, había platicado con mi esposo de como nunca seríamos de esos padres que sobre protegen a sus hijos, que siempre mantendríamos la casa ordenada, que nuestra hija iba a tener bien establecidos sus horarios, por su puesto que estábamos a favor de la lactancia exclusiva hasta los 6 meses y claro nuestro plan de parto estaba listo y la cesárea había sido descartada por completo.
­–No te duermas porque van a tardar más en llevarte al cuarto a ver a tu bebé–, pensaba mientras esperaba en la sala de recuperación. Los planes habían cambiado, el parto normal no se logró, y tuvimos que recurrir a la cesárea, –¡pero eso no me desalienta, estoy bien y lista para lo que viene!. Ahí viene un doctor, mantente despierta y trata de moverte un poco para que vean que ya estás lista para irte–, me decía a mi misma. Al fin los convencí y y me llevaron al encuentro con mi bebé.
No sé si les ha pasado, pero siento que le echan algo al clima en los hospitales para que los bebés se dejen cargar por todos sin llorar, estén muy tranquilos , no les duela nada, y actúen como unos seres obedientes y muy considerados, que solo piensan hacer felices a sus padres, pero en el momento que llegan a casa ¡se transforman por completo!
Los primeros días fueron difíciles y las noches muy largas, me dolían los pechos , estaba muy desvelada y mis planes de despertarme en las noches y dormir durante el día mientras mi mamá cuidaba a mi bebé habían fracasado porque apenas la escuchaba gemir y ya estaba junto a ella para atender su necesidad. Veía a mis hermanas ir venir, salir con sus novios y seguir con su vida normal como si nada hubiera cambiado. No sabía si quería gritar, llorar o reír. Entonces me senté con mi bebé en los brazos, miré esos ojitos que me miraban constantemente diciendo "mami eres lo mejor que me ha pasado, te amo" y supe que ese ser tan pequeñito dependía de mí y que yo era su mundo entero, entonces me di cuenta que esto no tenía vuelta atrás, que mi vida había cambiado para siempre, que ya no era más la persona que solía ser y que mi nombre ahora era "mamá". Ese día supe que ser mamá es lo más doloroso y a la vez hermoso que me ha pasado y ¡ME ENCANTA!
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